El poeta eleva un canto sublime al tiempo y a la vida. Por ello afirma “reverdecen las palabras, reverdecen los versos. Todo reverdece y florece en abril. Es la primavera de los sueños, de las ideas olvidadas en el equinoccio de la vida, del amor que nunca muere… Que palpita y cabalga sobre letras de armonía, de quimeras y felicidad que acaricia el soplo del viento, las olas que vagan en las aguas perdidas como sollozo a los sentimientos, como huella imperecedera del verso peregrino”. El autor dedica el poemario al amor, porque da vida a las palabras.
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